6 ene 2009
¿QUÉ HACEMOS CON EL VIEJO?
Así comienza la discusión entre la nuera y el hijo.
-Se vino viejo y caprichoso, sólo molesta.
La palabra repetida de todos los días.
En nuestra sociedad, en la que vivimos se está destruyendo el amor y la solidaridad entre generaciones. En mi infancia los abuelos vivían con su familia, se lo respetaba, era lo esencial; su experiencia y su ternura era valiosa ayuda dentro del seno familiar.
Recuerdo al abuelo al atardecer sobre las chispas de la fragua afilando las rejas del arado. Con su corazón de oro masticando sus sueños, por las noches de juguetes inventados, los nietos más chicos nos sentábamos en sus rodillas, nos contaba cuentos, en mi caso, me tiraba las orejas y lo decía en italiano: --Oreja linda, su hermanita ojo lindo, su fratelo, me señalaba la boca, iglesia grande, me apretaba la nariz, el campanun: dun-du-lun.
Un bostezo feliz que discutía con el gato, el bostezo sin él, el beso y lentamente se iba a dormir.
Lo veo espiando en el jardín la aparición de los primeros brotes del duraznero; se sorprendía embelesado ante el vapor de una rosa que abría súbitamente.
Una leyenda de la vida.
Un labrador subía una montaña con su padre al hombro, imposibilitado de caminar hacia la cima de la montaña donde se abandonaba a los hombres que ya no eran útiles. El anciano le decía: “El camino es largo, no me cargues todavía porque te cansarás”.
-¿Cómo lo sabes?, preguntó el hijo.
-Porqué yo lo recorrí con mi padre!
Reflexionemos en base del amor sobre nuestro propio destino.
(Premiado en editorial Zona de la Lanas. Antología: El abuelo de España. Antología: De Israel)
Por Hugo Elder Barbero
E-mail: hugoelderbarbero@arnet.com.ar