En aquel 1907, Cesar junto a su hermano Giussepe dejó en su Maceratta natal a sus padres y dos hermanos. Quizás por el hecho de vivir cerca de un cuartel militar, le abrumaba la idea de los cinco años del servicio militar en una Italia expansionista que adicionaba territorio en el noreste africano, y de ver uniformados partir pero no volver. Otro motivo de su viaje tal vez fue el hecho de “hacer la América”.
En esa aventura estarían bajo la protección de su tío Giovanni que durante siete años había viajado a la Argentina a hacer la cosecha pues tenía la licencia para operar las “locomóviles” que impulsaba a las primeras trilladoras (maquinista de maquina a vapore como decía nuestro abuelo). Esta vez lo hacía junto a su esposa e hijos para radicarse en la ciudad de Pérez, trabajar en los talleres ferroviarios y hacer la cosecha.
Cesar compartió el trabajo con su tío pero como ayudante, ya sea trayendo agua o acarreando la paja para alimentar a la caldera. Con el correr de los años se encargó del arduo trabajo de arrojar las gavillas en la trilladora.
Años más tarde trabajó en los campos de Boto en Ceres y como anécdota nos contaba de una gran inundación que duró mucho tiempo, de la muerte del hijo del patrón al estrellarse su aeroplano y que junto a él viajaba a Jujuy a comprar mulas para luego exportarla a Somalia.
Se volvió a radicar en las inmediaciones de Cañada de Gómez donde estaban sus parientes. Allí contrajo enlace en 1927 con Rosa Verdichio, y en esa ciudad nacieron sus tres hijos. Vivió en una chacra en la zona sur pero se desempeñó como gallinero (así se llamaba por entonces a quien iba de campo en campo comprando aves de corral, huevos y vendiendo algún que otro producto, como ser comestibles no perecederos, telas, etc. En otras latitudes se los llamaba merca-chifle o buhonero).
De Cañada de Gómez se trasladó a Villa Eloisa donde también siguió con el mismo trabajo, hasta que un amigo de juventud le comunicó que en la zona del Morrito del Monasterio (donde él ya estaba arrendando), un colono había decidido marcharse. Desde 1941 ya fue inquilino en los campos de Pratts hasta que a mediados de la década del 60 estos latifundistas pusieron en venta sus campos con la reforma de las leyes que prohibían al desalojo y la aparición de créditos a largo plazo.
Desde ese momento surgieron una nueva camada de propietarios en la Pampa gringa que se sumaron a los antiguos que surgieron con las colonias agrícolas de fines del Siglo XIX y principio del XX y sobrevivieron a la crisis del 30.
Volviendo a Cesar; próximo a cumplir los 80 años comenzó junto a su amigo Quirino a recorrer los centros turísticos del país; el lugar donde visitó en dos oportunidades fue Mendoza, pues decía que se asemejaba a su tierra natal.
Cuando tenía 86 años pudo cumplir su viejo anhelo de volver a su Macerata a visitar a sus hermanos y primos.
También se cumplió su sueño de llegar a los 90 años con total lucidez; pero 6 meses después realizó su último viaje. Esta vez al más allá.
Era portador al igual que todos los europeos de un “principio” que los hacía libres y progresar: ¡El ahorro y previsión!; pero que el mundo “Capitalista” en pos del consumismo de a poco está tratando de erradicar.
Esto ha sido una síntesis de la historia de vida de mi abuelo CESAR BRAVI, seguramente semejante a las de vuestros ancestros.
Por Sergio Bravi / Cruz Alta (Córdoba)
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