25 ene 2009

HISTORIA DE UN VASCO-FRANCÉS

Mi papá, Miguel Montot, nació en 1865 en la región de los Bajos Pirineos, Francia. A los veinte años lo reclutaban para hacer el servicio militar, que por ese entonces duraba cuatro años. Debía realizarlo en una colonia francesa en África. El cambio climático que debía soportar era tremendo, pues proveniente de una zona totalmente fría iba a ser alojado en una región muy árida y extremadamente calurosa. Tenía antecedentes que, todos lo de su región, cuando iban a África, volvían con lesiones incurables o directamente no volvían. Por esa razón decidió emigrar.
Viajó hasta Burdeos, sin documentos porque estos los tenía retenido el ejército, y se subió a un barco que no sabía hacia donde se dirigía, viajando como polizonte pues no tenía dinero para pagar el pasaje, y como ya mencioné, tampoco documentos. Cuando estaban en alta mar, pasaron revista y lo encontraron. Allí le dieron dos opciones: o iba a alimentar los motores que se hallaban por debajo de la línea de flotación (con carbón), o lo tiraban al agua. No tuvo más remedio que ir a trabajar para proseguir su viaje.
Luego de tres meses llegó al puerto de Buenos Aires. Desembarcó con un franco (moneda francesa equivalente a unos veinte centavos argentinos aproximadamente), sin conocer el idioma y tampoco tener allegados que lo recibiesen. Lo llevaron al hotel de los inmigrantes. Debió permanecer allí cuarenta días - le llamaban cuarentena- por si era portador de alguna enfermedad infectocontagiosa. Hotel, lo que se dice hotel, no era, solo gente muy amontonada.
Le dieron una salida laboral para que trabajara en un tambo en Moreno, provincia de Buenos Aires. Actualmente forma parte de la ciudad capital, pero por aquellos años estaba a una distancia de unos cuarenta kilómetros. De más esta decir que no existían las botas de lluvia, ni los tinglados, ni las máquinas de ordeñe. Se levantaba a las dos de la mañana, con lluvia, frío, viento o calor y trabajaba hasta las ocho o nueve de la mañana ininterrumpidamente. A los dos años de estar trabajando allí, llegó también su hermano Juan, pues a él también le tocaba el servicio militar y del mismo modo iba a ser destinado a África, razón por la cual decidió reunirse con mi papá. Al año de estar trabajando en el tambo, Juan enfermó de pulmonía y falleció. De ahí, y según la costumbre de la época, es que yo llevó el nombre de Juan y rara casualidad, tengo un nieto que se llama Esteban, como el otro hermano de papá que había quedado en Francia.
Luego de lo que pasó con su hermano, estuvo un año más trabajando en el tambo y luego abandonó. A todo esto corría el año 1890 donde se trasladó a Rosario. Allí trabajó dos años en el puerto de esa ciudad, descargando bolsas de azúcar que venían de Tucumán y cargándolas a los barcos para la exportación.
En 1892 se trasladó a San José de la Esquina. Allí conoció a Luis Torres, quien lo trajo a Berabevú y entró a trabajar como agricultor en el campo que ahora pertenece a la familia Budassi. Allí todavía estaban las tolderías de los aborígenes, deshabitadas y semi-derruidas, que tuvo que desparramar. Eran de paja y barro. Luego trabajó esas tierras con un arado mansera tirada por una yunta de bueyes, estos elementos les fueron provistos por Luis Torres.
En 1910 una familia conocida de Francia (allí estaba Esteban y mantenían fluida correspondencia) le ofreció una joven, Mariana Uhalde, a quien no conocía ni por foto, pero la mandó a buscar. Cuando ella llegó al puerto de Buenos Aires llevaba un cartel con su nombre. Mi padre la ubicó y la llevó a Berabevú. Se casaron y nacieron Agustina, Clara, Miguel y luego yo.
Tiempo después nos trasladamos cerca de lo que hoy se denomina “Cuatro Esquinas”. Allí nacieron Mario y Enry, más conocido como “Cachilo.”
Después nos ubicamos dentro de la Colonia “La Pellegrina”, a doce kilómetros de Berabevú. Mi padre fue siempre agricultor arrendatario y falleció el 15 de julio de 1954 a los 89 años.
También llegaron a este país los hijos del tío Esteban, escapando de la guerra.
Mis padres nunca pudieron regresar a la tierra que los vio nacer, pero sí tuvo la suerte uno de mis hijos: Néstor. Se recibió de Ingeniero Mecánico en 1977 y fue becado 1uince días a Alemania y quince días a Holanda. Una vez concluido el período de la beca y gracias a los recursos que le otorgó el fútbol, ya que fue arquero en el club Argentino de Rosario, en 9 de Julio de Berabevú y en el Carlos Pellegrini de la ciudad homónima, y algo que le di yo, se juntó con cuatro amigos, todos rosarinos, compraron un auto y se dedicaron a recorrer Europa. Así llegaron a Francia y tuvo la suerte de ver la casa donde nació papá. Allí todas las casas tienen nombre. La de mi padre se llama Uhastia. También pudo conocer a los familiares de papá y mamá.
En 1991 o 1992 llegaron de visita unos parientes franceses: un matrimonio y una religiosa.
Esta es la síntesis del porqué un vasco-francés, mi papá, se radicó en la Argentina.

Por Juan Montot / Berabevú (Santa Fe)
Nacido en 1919