25 ene 2009

HISTORIA DE MI BISABUELO

Mi nombre es Diego Bisconti, cuando era niño pasaba largas tardes sentado al lado de este hombre, para escuchar vivencias de su vida, cada palabra que decía era una escena que imaginaba, lo cual no sé porque pero me producía la inquietud de averiguar cada vez más su historia de inmigrante, de saber que estuvo allá, dejó todo lo suyo, cruzó el océano para escribir la vida acá.

Don Nazareno Bisconti nació en el año 1900 en el pueblo de Monte Sanpetrangelli, provincia de Ascoli Piceno, Italia. Creció junto a seis hermanos de los cuales era el menor; su madre falleció al nacer él y fue criado y amamantado por una señora que también tenía hijos pequeños. A los 14 años se empleó en una finca donde se enamoró de Emma, la hija de su patrón que tenía su misma edad, para esa época corría la 1º guerra mundial, donde en varias oportunidades me relató que sus cuñados habían participado de la guerra y algunos habían fallecido. En septiembre de 1922 se casó con Emma, y en noviembre del mismo año se embarcó desde el puerto de Génova hacia Argentina. Él ya tenía un hermano viviendo desde ya varios años en este país. Al llegar a Argentina fue recibido por el mismo, quien lo empleó durante algunos años desempeñándose en tareas largas de sol a sol en la actividad rural, de esa manera se sostenía económicamente. El sacrificio diario hizo que pudiera devolverle favores monetarios a su hermano y poder instalarse en la vecina localidad de San José de la Esquina, donde tuvo tres hijos. En este lapso de tiempo no recuerdo mucho lo que me relataba, pero años más tardes se empleó en el campo de la familia Castelli, ubicado en Arequito, por lo cual siempre se desempeñó en esa actividad. Durante todos estos años mantenían una comunicación escasa por correo con sus familiares lejanos. Puedo contar que las cartas que recibían, que eran una al año, venían escritas en un papel semitransparente y muy liviano, supuestamente por el costo que tenían. Esta comunicación dio fin cuando uno de sus sobrinos, que participó de la 2º guerra mundial, les pidió la posibilidad de poder venir a probar la vida en Argentina y que con trabajo les devolvería el dinero del pasaje. Debido a que su situación económica no era mala pero ajustada, pensó que debía al principio mantenerlo y tal vez pagarle el pasaje de regreso si no le gustaba el país. Por lo tanto decidió aparentar no haber recibido dicha carta y se perdió relación con los suyos allá en Italia. Pasaron los años y adquirió algunas hectáreas de campo que hoy les pertenecen a sus hijos. Siempre se encargó el mismo de realizar tareas como venir al pueblo con el sulky para realizar las compras, llevar la bolsa de harina canjeada por trigo en el molino para la elaboración del pan y cajones de uvas a la espera de la llegada del tren para realizar el vino patero. No quiero perderme en este punto sin antes comentar que su esposa Emma siempre habló el italiano, en cambio él lo fue perdiendo y mezclándolo con el español “castilla”, al relacionarse con diferentes personas de la sociedad.
Puedo decirles que fue un inmigrante muy cerrado en lo suyo, conservador de sus propias ideas, y que parte de su crecimiento económico no se logró por el temor a realizar ciertas inversiones, tal vez puede ser por la miseria que sufrió en aquellos años y el sacrificio duro de toda una vida y el miedo a perderlo todo.
Años más tarde se trasladó al pueblo con su esposa, se jubiló, y en el año 1981 enviudó. Después regresó a vivir al campo junto a Deolindo, uno de sus hijos; en esta etapa de su vida es donde me relataba sus historias de vida, podía verlo trabajando en la quinta muchas horas, también se encargaba del mantenimiento y limpieza del patio de la caza, y todos los viernes a la hora 8 de la mañana iba a la peluquería de Cheche para cortarse el cabello y afeitarse. Los domingos por la mañana encendía su radio únicamente para escuchar la misa. Más allá de todo siempre fue una persona fuerte y saludable, respetaba sus horarios y sus comidas sanas, no tenía excesos. Al cumplir los 100 le prohibieron realizar trabajos en la quinta por temor a que pueda tropezar trabajando. Desde entonces puedo recordarlo sentado bajo el alero de la casa y silencioso. Así fueron sus últimos años, falleció en el 2004 por muerte natural.
Este fue mi relato de quien fuese mi bisabuelo, inmigrante italiano que trabajó estas tierras con sus manos, pensando en volver a Italia algunos años más tarde, después de partir del puerto de Génova, como la mayoría, a hacer la América y regresar.

Anécdotas:
Al cumplir los 20 años tuvo que presentarse al servicio militar para enrolarse en el mismo. Por lo cual tuvo que ir a revisación médica. Estando en la fila de espera pensaba qué podía hacer para engañar al médico militar. Llegó su turno, pasó al consultorio, el médico pidió que se desvistiera y se ausentó unos minutos. Él empezó a correr alrededor de una mesa hasta que el médico regresó. Después de unos exámenes el médico observó que no podía enlistarse en el servicio porque sufría del corazón; según el doctor tenía el corazón acelerado y de acuerdo a la edad no viviría muchos años.

Al decidir venir a Argentina, teniendo en cuenta que regresarían algunos años más tarde, pensaron en dejar sus mejores prendas y pertenencias de valor en Italia, por miedo a perderlas en el viaje.

En un momento de su vida él quería regresar, volver a Italia, pero las grandes tormentas que pasaron durante 19 días de viaje hicieron que su esposa Emma no encarara el regreso por temor a accidentes.

Desde la década del 40 y hasta su muerte usó los anteojos recetados por el Dr. Juan Manino, no conoció un dentista y jamás sufrió de una fractura en los 104 años.

Por Diego Bisconti / Arequito (Santa Fe)
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