Ahora estás casi en ruinas,
enorme caserón de la época,
almacén de ramos generales,
corralón, boliche, esquina tradicional de mi pueblo.
Cuánta gente desfiló por tus copas;
parroquianos, pistines, tamberos,
caporales de estancias y algún que otro malevo.
Cita obligada del buen vino, grapa, coñac y ginebra,
guitarras y canto, mezcladas con charlas de fútbol, cuadreras,
carreras de galgo, política y otras yerbas, nunca faltó la
escoba y el truco, y entre envido y retruco, la voz de un cliente
pidiendo ¡otra copa bolichero!
Si tus gastadas paredes pudieran hablar,
cuántas verdades dirían,
el paso del tiempo gastó tu frente y el piso de tablas.
Sólo quedan sótanos y estanterías vacías, mudas de silencio.
Ya no sirven copas ni el Lucas, ni el Gringo,
tu enorme puerta cerrada no recibe a los parroquianos, el tiempo
fue implacable, no te entregues caserón.
Seguí desafiando al tiempo.
Viejo boliche de esquina, sos historia de mi pueblo.
Por Gerardo Stacchiotti